Viajamos a Dakar. Autopista.
En la primera rotonda de la ciudad nos para un policía. Hay que pagar la mordida y esperar tiempo, mucho tiempo, entre el calor y los nervios de que ocurrirá.
Por fin vuelve el conductor, enfadado. Arranca. Crac, crac, crac.
Ruido extraño. Frena. Y del suelo se levanta un señor. Hemos atropellado a un motorista. Ni grito ni ruidos. Está sano. Y no tiene seguro, no le interesa hacer ruido. Contagiados del calor casi ni nos inmutamos. Alivio de que esté vivo. Conseguimos se ponga en marcha la moto.
Rumbo a una tranquila Embajada en fechas de Ramadán. Papeles y más papeles.
Encontramos un estupendo Fast Food Alibaba, con aire acondicionado, antes de entrar en la locura del mercado, los gritos. Somos blancos. Hay que ir a por nosotros. Broncas. Precios más caros. Gritos. A Dabo, que se aparte, que tienen que sacarnos el dinero.
Y más bronca, y más gritos. Robo de móvil, entre atropellos y desvaríos no hemos guardado la seguridad. Calor abrasador.
Y la Guardia Civil (andaluza) que viene a rescatarnos. Extraño en Dakar recordar con alguien que no conozco que compartimos entierro en Tarragona
Cansados, Muy cansados. En Dakar.